Leyenda de las sirenas en Lurín

La gente cuenta, que hace muchos años era mejor no salir muy tarde a caminar por las playas de Lurín, y es que en el camino entre San Pedro y Arica podías encontrarte con la sirena, un ser del mar capaz de hacerse pasar por cualquier ser querido, o una mujer muy bonita que atraerá tu atención sólo para jalarte a las profundidades del mar, a vivir siempre con ella o quizá a devorarte. 



Esta es la historia de Juan quien hace cuarenta años hacía esta ruta, cada vez que iba a visitar a su novia. 

El sol estaba pronto a ocultarse y como nunca, no habían pescadores en la zona. Así que Juan, con algunas copas encima, siguió caminando a buscar a su novia. En el camino Cuando el sol empezaba a caer, Juan vio a lo lejos a su novia y a la madre de esta en la orilla de la playa y contento se fue corriendo hacia donde ellas estaban. Sin embargo, a medida que se acercaba, las mujeres se reían y se iban alejando más y más hacia el mar mientras Juan trataba de alcanzarlas. En eso Juan, quien no sabe nadar, empieza a sentir el frío del agua a la altura de su pecho y reacciona, entonces se da cuenta de dónde está, que su novia ni su suegra están delante y que una extraña forma negra flota delante de él. Muy asustado Juan corre regresando a la orilla y parte la carrera sin mirar hacia atrás hasta llegar a la casa de su novia, completamente pálido y sin aliento. 

Su suegra y su novia lo reciben y le brindan mantas y una bebida caliente para que entre en sí y les diga lo que le ha pasado. Del susto todas las copas se le bajaron y cuando pudo articular palabra contó todo. Su suegra, una mujer que conocía las leyendas del lugar le dijo que había visto a la sirena, el fantasma de una mujer que habría muerto en el mar, y que busca de vez en cuando a hombres jóvenes para ahogarlos y llevarlos con ella. La mujer, hizo unos rezos para curar el susto de muerto que había tenido el hombre y evitar que se chupara por el impacto que había sufrido y le dijo que por unos días no volviera por la playa, hasta el que espíritu dejara de buscarlo. Así pasaron unas semanas hasta que Juan dejó de tener pesadillas con el fantasma y recuperó el color y cuenta que, desde entonces, no vuelve a ir solo tan tarde, por el camino de San Pedro a Playa Arica, por temor a volver a encontrarse con el alma en pena de la mujer a la que llaman "la sirena".  

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